Bailar contigo fue un
juego de miradas, fragancia en un patio de jazmines, lunares que se sueltan de
tu vestío para perderse en el barrio de Santa Cruz, eco flamenco de Los Gallos,
rosa que florece en tu pelo, nace la madrugá.
Fuerza del huracán
celoso, herido, que se retira del mundo en busca de soledad.
Lágrima que derrama, Finisterre de su viaje, sencillez insuperable,
penita por siguiriyas, confines de un alma sin alas.
Amar, resorte oculto
que sin saber cómo, se activa, y entonces … es locura que no vive, que no
duerme; criatura que de nada que no sea amar entiende; pájaros y piedras, nubes y yerba, amaneceres entre ecos
de eternidad. Error que era imposible.
Viendo que los
rescoldos de la vida no ardían con fuerza, les sopló y con los ojos llorosos miró
al cielo, Damasco de silencios, agüitas del Guadalquivir, flamenco que se
entona entre pucheros con reflejos de Luna. Y escribió en el aire el nombre de
la que pasea entre arenas blancas.
Soñar no es nada, porque
aquella noche, daría razón al existir de toda una vida, no fue sueño. Tanto
tiempo preparando cada detalle, entradas a los Reales Alcázares de Sevilla, número
de fila, voz doliente de Al-Mutamid.
Aguas de la Fuente de
Neptuno, jardines encantados, Giralda que no pierde ojito de lo que allí se
cuece, grito de caminos nuevos… lamento de Tristán.
Quién iba a decirnos
que terminaríamos la noche en el Estrecho de Gibraltar, entre las brisas marineras,
sacudiendo la cabeza soltaste tu cabello al viento, yo también, pelón como
estoy sacudí lo que pude; como Ulises cautivo de la enamoradiza Calipso,
promesa de inmortalidad, alcánzame un
beso que no llego, cercanías del Jardín de las Hespérides, el espacio más
hermoso del planeta para escuchar el murmullo suave del oleaje que une a dos
corazones, a dos mundos a dos mares.
Morir de amor allí, es como
haber caído en la casilla del juego de la oca, para así empezar de nuevo, desde
el principio. Y cantar con Fosforito:
Dice mi morena que si
la quiero
Sabiendo que por ella
De penita yo me muero.